El despertador sonrío de manera burlona cuando su musical voz me despertó. Después de una (merecida) semana de vacaciones, costaba reincorporarse a la rutina. Mi cuerpo se movía perezosamente intentando postergar al máximo la hora de salir a la calle….
Llegué a la oficina con los últimos resquicios de sueño colgando de mis pestañas y tras conectar el ordenador me preparé para leer la miríada de mails que tendría pendientes.
Esta semana es atípica en mi trabajo ya que estamos cerrando el año y las cuentas de resultados son la estrella de la fiesta en pos de conseguir el ansiado objetivo de los comerciales y directores.
Este, es el primer año que decidí ser sólo una mera espectadora del circo que se monta en torno al cierre anual. Las carreras de los financieros por los pasillos de la planta “open spaces” de mi oficina eran dignas de batir el record de Usain Bolt y los teléfonos de los jefes de departamento echaban humo tras cientos de llamadas de todos los comerciales pidiendo adelantar entregas y facturación para obtener “la cifra” que les haga dignos del Olimpo de los vendedores con su corona de laurel verde de billetes de cien euros.
Reconozco que a pesar de currar hasta las once de la noche, disfrutamos como niños viendo los malabares de los contables con las cifras de debe y haber, las agencias de transporte con sus trucos de magia intentando entregarlo todo a tiempo a los clientes y los comerciales haciendo equilibrios entre el objetivo y la venta real conseguida.
Finalmente salió el director general que, cuál jefe de pista, dio por cerrado el espectáculo. A partir de aquí vinieron las consabidas palmaditas en la espalda y las sonrisas de los pudientes de “voy a cobrar”. Los “curritus vulgaris” descorchamos la botella de cava del lote navideño y brindamos porque, a pesar de todo, sigue importándonos la vida fuera de la gran U. Se acabó la función hasta el año próximo…
…Era ya de noche cuando de repente, las luces se apagaron y una explosión de colores y sonidos hizo presa del lugar. Las risas se oían abiertas y sinceras, las bocas se congelaron formando una gran O y las manos aplaudían sin cesar.
No se distinguía entre niños y adultos, los problemas se quedaron esperando en la puerta durante tres horas mientras un mundo fascinante nos recordó el placer de vivir la magia de cerca.
Luna y yo, disfrutamos de lo lindo con el nuevo espectáculo del Circo del Sol, fue una auténtica gozada fundir nuestras carcajadas y el brillo de nuestras miradas.
Salud y alegría a todos ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO!!!