Vivía en un enfermizo trío con dos amigos que formaban parte de su vida de manera intermitente, Miedo y Vergüenza.
Sonó el despertador y, como siempre, lo paró a la primera. Quizás era por evitar despertarse del todo o quizás por no demorar más la llegada de la realidad que los sueños edulcoraban. Se levantó de la cama por el mismo lado de siempre y puso a propósito los pies en el suelo helado. Era pleno verano pero a su alrededor todo era frío.
Como era habitual en los últimos tiempos, la oscuridad reinaba en su casa. Si algún osado rayo de sol traspasaba las cortinas, Miedo corría raudo a taparlo echando de casa a Ilusión y Esperanza. No le gustaban en absoluto esas dos amigas que siempre acababan por anularles a él y a Vergüenza.
“No siento nada, nada me duele ni me hace reí”. Esta frase era la pura certeza de que Miedo y Vergüenza habían vuelto a instalarse en los vacíos de su alma.
Su piel blanca se tornó gris y sus grandes ojos llenos de vida se hundieron en las cuencas mientras su amplia sonrisa se convertía en mueca.
Pero, en secreto, empezó a trazar un plan para liberarse de todas las cadenas que la habían sumido nuevamente en la apatía. Todo había nacido del encuentro fortuito con un nuevo amigo. Iba de camino al trabajo, comprobando que las baldosas del suelo estaban dónde siempre con la mirada, cuando de repente tropezó con alguien...
Ese alguien no llevaba la mirada mucho más alta que la suya y apenas se susurraron un cortés “disculpe” pero, en aquel momento, levantaron los ojos lo justo para conectar las miradas y algo les pellizcó por dentro.
Se presentaron brevemente:
-Soy Inseguridad, encantada.
-Mi nombre es Resignación, señorita.
“Yo sé que es lo que quiero pero no sé si podré alcanzarlo…” afirmaba ella.
“Yo sé lo que no puedo querer” dijo él solemne, con esa voz pausada del que lleva tiempo pensando de igual modo.
Eran posturas distanciadas por años luz pero ambos no supieron o no quisieron verlo y se centraron en lo que podían hacer juntos.
A medida que ella iba echando una vez más a Miedo y Vergüenza de su vida, su meta se acercaba. Pero sus viejos amigos se instalaron en el interior de Resignación que estableció una sólida amistad con Miedo. Era el camino que él había encontrado para conseguir su propósito, evitar desear lo que no podía tener.
La paradoja es que ambos obtuvieron lo que anhelaban aunque eso significara hacer visible toda la distancia que les separaba.
Cuando esto ocurrió, Inseguridad sintió que su corazón volvió a resquebrajarse y apretó los dientes una vez más para evitar gritar. Siempre se tragaba su dolor y ahora no iba a ser distinto. Por su parte, Resignación se encerró en el ostracismo más absoluto.
Así que la historia de ambos se convirtió en la de cualquier pareja separada, manteniendo la custodia compartida de sus dos “amigos” y teniendo encuentros que a ninguno de los dos complacían. Una porque sabía que lo que quería no podría obtenerlo jamás en el otro y él porque veía aquello que no quería aunque en el fondo anhelaba. No habían soltado sus verdaderas ataduras aunque así lo creyeran.
Mi reflexión es otra, si ambos hubieran desterrado de por vida a tan poco recomendables amistades, si hubieran coincidido en su lugar con Valor y Fuerza ¿qué hubiera sucedido?
… Cómo en los cuadros abstractos, lo dejo a la libre interpretación del espectador...
Creo que hacía tiempo que no leía algo que dijese tanto siendo tan "impersonal"... La personificación de las emociones es muy original (al menos para mí)
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