El Dragón quedó prendado al instante de ella y decidió conquistarla a toda costa. Así que la esperaba cada día para acompañarla en su paseo y, nuestra Hada, que no estaba acostumbrada a tales atenciones empezó a brillar de nuevo con fuerza. Los dragones son ambiciosas criaturas que aman los objetos de valor y los grandes tesoros y ante la brillante luz de Grinza no pudo evitar codiciar aún más su corazón.
Y así, el fuego del Dragón consiguió derretir la armadura que rodeaba el alma del Hada consiguiendo así su amor. Cuando todo parecía ser mágico entre ellos, el Dragón empezó a mostrar el instinto que domina a su especie. Al salir en sus múltiples vuelos de reconocimiento y caza, el Dragón encerraba a Grinza en el Castillo Dorado. La rodeaba de tesoros y grandes riquezas pero no la dejaba ver a los suyos ni volver a realizar sus adorados paseos diarios ya que tenía miedo de que otro pudiera robar su joya más preciada.
El carácter del Dragón se volvió frío y violento puesto que estaba viendo menguar a pasos agigantados la preciada luz del Hada y la culpaba a ella de esa pérdida. Cada vez era más desconfiado y la encerraba detrás de más puertas con pesados candados. Grinza salía a hurtadillas por un pasadizo secreto y solía volver al Lago Salado en busca de consuelo. Sus lágrimas se vertían en el Lago haciendo que éste bebiera su amargura.
Al regreso de una de sus escapadas, el Dragón la estaba esperando enfurecido ante su desobediencia. Grinza sintió verdadero terror ante la rabia del Dragón que la golpeó con su cola derribándola contra una de las paredes del Castillo. Grinza se desmayó y cuando abrió de nuevo los ojos estaba en la morada del Curandero del Gran Bosque con una de sus alas vendadas.
Se levantó a duras penas de su lecho, todo estaba oscuro y comprendió entonces que su luz se había extinguido, ya no brillaba. No confesó a nadie este duro trance puesto que le avergonzaba que la vieran así.
Al día siguiente el Dragón se apostó a la puerta de su morada intentando obtener el perdón del Hada pero Grinza había tomado una firme decisión: debía retomar su camino y volver a brillar de nuevo con luz propia.
El camino que retomó Grinza fue una dura ascensión por una empinada cuesta en la que tuvo que enfrentarse a sus miedos más profundos y antiguos así como también a los nuevos que le había inculcado el Dragón. Pero poco a poco y con tesón consiguió volver a brillar y esta vez más que nunca.
Conoció a aguerridos caballeros, nobles príncipes y sabios magos pero ninguno conquistó de nuevo el corazón de Grinza...
Era una noche de fiesta en el Gran Bosque y las amigas de Grinza la arrancaron de entre sus libros con el propósito de que se divirtiera un poco. Grinza salió de mala gana pero cuando las estrellas la recibieron con su mágico brillo algo le dijo que esa era una noche especial...
Al entrar en el salon donde se celebraba la fiesta, una de sus amigas le presentó al Rey Erestor. Era un hombre muy apuesto y gentil, que destacaba entre la multitud por un especial magnetismo que impedía que apartaras los ojos de él.
Inmediatamente, Grinza sintió una fuerte atracción por él... cuando los labios del Rey rozaron la mano de Grinza al saludarla, algo mágico sucedió. Con una mirada de sus profundos ojos oscuros hizo temblar a Grinza de pies a cabeza y una electricidad especial le recorrió el cuerpo.
Continuará...
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