El espejo de mi Alma

10/11/11

La Historia de Grinza Parte VII

Todos los suyos se sumieron en una profunda tristeza y preocupación. Su hermano, el Mago Radagast, partió en busca de la curación de Grinza con lágrimas en los ojos sin ni siquiera despedirse de ella ya que no sabía qué decir o hacer para ayudarla y Madre Naturaleza le dió todo el coraje necesario para su lucha. Sus amigos más íntimos la rodearon con su cariño y amistad incondicional.


Los tratamientos a los que fue sometida fueron duros y dolorosos y los pasó con la única compañía de Madre Naturaleza. Sus amigos la apoyaban siempre y descubrió que algunos de ellos no eran tan amigos como prometían pero encontró otras personas maravillosas que le tendieron su mano.


La noticia de la enfermedad de Grinza se extendió por todos los rincones del Gran Bosque y llegó a oídos del Rey Erestor quién se dispuso inmediatamente uno de sus carruajes para acompañar a Grinza a sus consultas con los grandes Hechiceros. Aunque el Hada no quería que la viera sufrir, Erestor no se separó de su lado.


Los meses pasaban y cada vez el tratamiento era más penoso para Grinza que tenia que fingir encontrarse bien delante de sus más allegados. Quería evitarles el dolor de verla sufrir y pasaba largo tiempo encerrada en sus aposentos, sumida en la oscuridad de sus pensamientos.


Después de casi un año largo y oscuro el sol salió de nuevo para Grinza cuando los Hechiceros le dieron la buena noticia: su enfermedad había remitido al fin!!! Grandes festejos se prepararon en honor de Grinza y la buena nueva corrió de boca en boca.


La noche de los festejos grandes sonrisas iluminaban los rostros de los familiares y amigos que habían estado a su lado. Algunos incluso habían derramado lágrimas de felicidad al abrazarla. Grinza notaba en su interior que algo había cambiado pero hizo oídos sordos a esa realidad y se preparó para retomar su vida dónde la había dejado un año atrás.


Grinza quería volver a danzar pero su cuerpo no respondía como antes, se cansaba con facilidad y sus extremidades estaban tan entumecidas y castigadas por los tratamientos que le fallaban continuamente. Grinza empezó a sentir como la frustración y la impotencia que había escondido durante su enfermedad se apoderaban de ella. Se estaba dando cuenta que ya no era la misma persona de antes y eso la aterraba.


Cada seis meses, Grinza debía pasar unos controles rutinarios para garantizar que su estado de salud seguía siendo bueno. Sólo la acompañaba Madre Naturaleza que había perdido parte de su grandeza debido a que la enfermedad de su querida hija la había consumido.


Las primeras veces fue muy duro puesto que la sombra de que la enfermedad regresara la hacía temblar de miedo. Odiaba el olor que impregnaba la casa del Maestro Hechicero y a pesar de que se habían hecho grandes amigos, no podía evitar que sus pasos se ralentizaran al entrar en su consulta.


Era un miedo irracional e incontrolable pero no sólo al regreso de su enfermedad sino a no saber como retomar su vida. Las anteriores veces que su luz se apagó fueron distintas no había cambiado su cuerpo ni su alma y el miedo no se había instalado en su interior.


Sus amigos no entendían porqué Grinza permanecía aletargada, todos esperaban que la reacción lógica de Grinza fuera salir a comerse el mundo pero no entendían que el interior del Hada estaba a oscuras. El dolor oculto durante su enfermedad empezó a salir a flote. La tristeza y la apatía envolvieron a Grinza en su fría manta.


Continuará...


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