El espejo de mi Alma

15/11/09

Mi planeta y yo

Los seres humanos vivimos a través de ilusiones y sueños. Es el combustible que necesitamos para seguir adelante, cuando no tenemos ilusión por nada, ni esperamos que algún sueño se cumpla, nos vamos apagando casi imperceptiblemente hasta que nos convertimos en meros zombis.


Dentro de mis ya famosos altibajos, siempre he tenido la suerte de ser una gran soñadora tanto, que hasta dispongo de planeta propio donde escapo a menudo. Los que me conocéis, sabéis que de vez en cuando me quedo como en pause: mirada perdida y media sonrisa en los labios, por favor, nunca me interrumpáis, estoy cargando mi batería con nuevos proyectos en mi planeta.


A pesar de ser una persona de tendencia pesimista, he descubierto un rasgo de mi personalidad que me encanta y que no demasiadas personas comparten, ni siquiera aquellas que se consideran la alegría de la huerta. Cuando una relación o una experiencia terminan, mi mente recuerda o da más relevancia a los recuerdos positivos en detrimento de los negativos.


Espero no ser la única mente capaz de esto, pero la verdad es que hasta la fecha no he encontrado otro congénere que comparta mi manera de almacenar vivencias. He mantenido amplias discusiones al respecto, intentando comprender este enrevesado mecanismo de la memoria “selectiva” humana, pero la verdad es que cuando analizo recuerdos compartidos con amigos, éstos siempre acaban comentando aquellos momentos en que las cosas empezaron a torcerse.


Este nuevo superpoder tiene, como en todo, una gran ventaja y un gran inconveniente. La gran, inmensa e increíblemente buena ventaja es que puedo bucear siempre en mi memoria con la certeza de acabar saliendo a la superficie con una sonrisa.


El inconveniente, es que olvido lo que me duele y quién me ha hecho daño y con esto hago válido una y mil veces el maldito refrán de “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”… bueno yo hasta tres y cuatro….


El otro día, paseando por Encants Vells, descubrí una parada que vendía placas y chips de recambio para las unidades que nacimos en 1977, empecé a revolver en la pila con la esperanza de encontrar un recambio para la de “autoestima” ya que tengo a la pobre remendada con soldaduras provisionales.


De repente, tropecé con un chip que nunca he descubierto en mi interior. Era como una ampollita rellena de un líquido negro azulado. Pregunté al vendedor y me informó que se trataba del chip de la “hiel de los recuerdos” y que nos permitía retener aquello amargo que nos había sucedido. Se extrañó por mi pregunta ya que todas las unidades lo llevaban de serie…


…No sé si mis creadores se olvidaron de instalármelo o bien lo tengo fundido pero, sin pensármelo dos veces, volví a enterrarlo entre la enorme pila y me fui silbando con mi flamante placa nueva de autoestima debajo del brazo.

5 comentarios:

  1. Gustame!!!
    Ah. Y ese chip lo teniamos de serie aquellos que hicimos la mili. Despues solo recordamos lo bueno de ella

    ResponderEliminar
  2. Me alegro que te guste! Tú me reactivaste el chip de la escritura. Gracias!

    ResponderEliminar
  3. Me encanta esa posibilidad de acceder al "interior" para retro-alimentarte!!!!! Qué pena que no usemos esa capacidad, amén de otras, mas a menudo.......

    ResponderEliminar
  4. Es una buena posibilidad siempre y cuando tu interior esté bien sino mal vamos!!! jajaja

    Por cierto, estás invitado como streapper a la jubilación de la Antonia... juas juas

    ResponderEliminar
  5. Permiteme que decline la invitación .... incluso aunque esté incluido el desplazamiento y alojamiento.... No se si me podría contener ante la ojo-meneada !!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderEliminar